Escrito y fotos por: Ailin Lescano / Síguela en: Instagram: @aylulescano
En mi primera semana como estudiante de intercambio argentina viviendo en Kioto, cumplí mi sueño de conocer Nara.
Uno de mis grandes deseos antes de viajar a Japón fue conocer Nara, antigua capital de Japón y sede del parque de los ciervos. La experiencia se concretó antes de lo pensado, ya que en mi primer día viviendo en Kioto, conocí a dos japonesas muy amistosas que me invitaron a conocer Nara.
Mi primer domingo en Japón empezó temprano y después de una combinación de subte y tren, llegamos a Nara. Inmediatamente, al salir de la estación, ya empezamos a ver la mercadería temática del lugar: peluches, llaveros, lápices y hasta comida, toda temática de ciervos. La combinación de naturaleza y modernidad fue impactante.
La caminata hasta el parque de los ciervos fue muy breve, e inclusive antes de llegar ya podíamos visualizar a los ciervos. En seguida compré las galletas para alimentar a los ciervos (valuadas en ¥150). En segundos fui rodeada por unos cuantos ciervos, impacientes. Uno insistía en morder mi bolsillo trasero del pantalón, convencido de que le estaba ocultando comida.
No me resistí a comprarles comida otra vez, y esta vez intenté de comprobar el mito de que, si le haces una reverencia a los ciervos, ellos también lo hacen a cambio de las galletas. ¡Después de unos cuantos intentos, lo logré! Fue impresionante ver a los ciervos, sagrados por ser mensajeros de los dioses, cruzar la calle entre autos tan modernos.
La siguiente parada fue el icónico templo de Todaiji, construido en el periodo Nara (710 – 794 AD) y en adoración al Buda Vairocana (“el buda que brilla por todo el mundo como el sol”). Enorme e imponente, gustosa pagué la entrada. No tan feliz, sin embargo, pagué por saber mi fortuna; ya que después de agitar los palillos obtuve “mala suerte”. Este evento fue solucionado en mi próxima parada, el altar al dios del hielo, donde até el papel indicando mi mala fortuna a uno de los árboles, y tras tirar unos yenes en el altar, pedí un deseo.
Cansadas y hambrientas, pasamos a almorzar a un café cercano, y después continuamos nuestro día; nos alejamos más de lo tradicional y nos fuimos a un Daiso (típica casa de ¥100 en Japón). Finalmente, tras hacer varias compras, terminamos en un arcade, donde hicimos el típico purikura (プリクラ). Finalmente, tras un segundo café y un helado muy lindo, emprendimos la vuelta a casa.
En resumen, si van a visitar Japón, Nara es una parada obligatoria. Naturaleza, historia, tradición, modernidad y hasta hogar de los mensajeros de los dioses, Nara es un destino mágico. Los invito a compartir mi vida en este increíble país a través de mi Instagram (@aylulescano). ¡Saludos!